Cuando empecé en la ilustración infantil, me apunté a un curso que transformó por completo mi forma de crear historias. Si bien podías llegar con una idea, yo empezaba desde cero, y en la dinámica del grupo las ideas surgían a toda velocidad.

Decidí escribir una historia solo con animales. Pensé en un gato, pero descarté el clásico dúo gato-ratón porque era demasiado predecible. Entonces recordé al gato de mi abuela, que perseguía a todo insecto que veía, y de aquel alemán, el gatito celoso, y a Oruga, su amiguito, inspirado en el peluche colorido que le regalé a mi primo hace unos años.